De pie en una colina sobre la ciudad, veo el esplendor de los edificios de lujo cerca del centro, muchos de ellos con arquitectura extravagante, o diseños imponentes, o simplemente prácticos y eficientes. Sin embargo, todos muestran el exquisito gusto de aquellos que controlan las riquezas y el lujoso despliegue del poder y la superioridad financiera. En contraposición, desde la misma colina podemos ver las áreas marginadas, los guetos, las miríadas de viejos y deteriorados edificios, carcomidos por el oxido y la falta de cuidado. Ventanas rotas, ladrillos gastados, pinturas descoloridas y astilladas, paredes agrietadas, y aceras deterioradas, hablan de la pobreza, del abandono y la negligencia evidente. Más abajo podemos ver los una vez abiertos campos, parques y cañadas, hoy invadidos por viviendas precarias, casas hechas con cartón, plástico, tela, lona, latas o cualquier material que pueda servir para cubrir los agujeros y dar a los residentes una apariencia de privacidad. En las "ciudades de cartón" vemos a los niños yendo y viniendo con las latas y botellas de plástico a la más próxima fuente de agua en la cual buscan llenar sus recipientes con el preciado líquido, vemos sus zapatos rotos, sus harapos, sus mejillas manchadas y vientres expandidos por los parásitos.
Esta imagen es exactamente la misma en cualquier ciudad grande en la América hispana. La pobreza y la miseria y la injusticia se han instalado en esta parte del mundo de una manera extraordinaria, ya que la población pobre se ha cansado de luchar contra el saqueo y la corrupción del gobierno, la mayoría han renunciado a luchar y viven día tras día, buscando en cada día nuevas formas de supervivencia, .
Sin embargo, la decadencia del sistema económico actual hace más difícil cada año para cualquier persona el sobrevivir, y un círculo cada vez más pequeño de delincuentes siguen llenando sus bolsillos con los recursos que aun quedan en el país, o inventan nuevas formas de generar recursos, a través de préstamos internacionales o tráfico de drogas, o cualquier otro medio, no importa cuán vergonzoso o sucio, siempre que les permita seguir alimentando su codicia y sus malos caminos.
Este es un panorama sombrío, pero muy real de América Latina, una verdad dolorosa que parece no tener fin.
La decadencia moral de la sociedad en general es bastante obvia, sin embargo, en América Latina esta está creciendo a proporciones inconcebibles, hasta el punto de que algo, en algún lugar, de alguna manera, tendrá que colapsar. Porque es imposible sostener continuamente estos niveles de corruptibilidad, tales niveles de desmoralización, sin que haya consecuencias.
Cada cuatro o cinco años dependiendo del país, un nuevo grupo de funcionarios de gobierno llega al poder, para limpiar lo que fue dejado por el gobierno anterior, y aunque tal vez en su ingenuidad algunos ministros aún tienen el deseo de ayudar, su impotencia y su incapacidad frente a tales abusos de poder les hace decidir suficientemente pronto ya sea hacerse de la vista gorda, renunciar a la oficina o simplemente unirse a la pandilla de saqueadores.
Triste como esta historia pueda ser, hay pocas posibilidades de una solución al problema, al menos no una solución física, pues los latinoamericanos están cansados de las revoluciones y las guerrillas y los golpes de Estado.
Además, ¿cuál sería el propósito, si los poderes detrás de los poderes de inmediato impondrían una invasión y aplastarían cualquier intento de liberación de esta burla de la democracia?
Sin embargo, todavía hay una revolución que puede tener lugar y la cual nadie puede parar, esta es una revolución espiritual. Porque hay un hombre que una vez tomo en sus manos el llevar la libertad al mundo, un hombre que siendo rey optó por poner su corona a un lado y caminar entre los hombres en humildad y la mansedumbre para devolver a la humanidad de una vez por todas la libertad que había perdido, y para darles la potestad de ser hechos hijos de Dios. "estos no nacen de la sangre o de descendencia natural, ni de la decisión del hombre, sino de Dios." (Juan 1:13)
Pues la Biblia nos enseña que nuestra lucha no es contra sangre y carne; sino contra poderes, contra autoridades, contra las potestades de este mundo de tinieblas, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. (Efesios 6:12)
El mal no fue hecho para el hombre ni tampoco el hombre para el mal, sin embargo, la caída del hombre en el Jardín del Edén, ha causado el que una creación pura, haya caído al nivel de corruptibilidad en la que se encuentra hoy en día. El diablo ha causado la desmoralización del hombre, más, nuestro Señor Jesús Cristo puso fin al reinado del pecado por su sacrificio en la cruz. Puso fin a la pena del pecado a través de la Justificación, puso fin al poder del pecado a través de la santificación y a la presencia del pecado a través de la glorificación. Para que nosotros los que vemos el poder de la cruz en nuestras vidas podamos establecer nuestras metas en la corona de gloria y caminar victoriosos a través de los estragos de la decadencia humana.
Hay evidentes limitaciones a nuestra capacidad para contrarrestar los efectos de las consecuencias del mal en nuestra vida personal a través de los esfuerzos humanos. Pero por el poder del Espíritu Santo podemos ponernos toda la armadura de Dios, y entendiendo que somos soldados en medio de un campo de batalla espiritual, nuestra labor es luchar en esta guerra espiritual contra las huestes de la maldad en el mundo espiritual, y uniendo nuestras fuerzas con otros santos de Jehová y colaborando en el entrenamiento de muchos cristianos que todavía no entienden las dificultades actuales, podemos crecer más fuerte y a ganarle terreno al Diablo.
Un frente unido centrado en Jesús es una fuerza invencible. Por tanto unámonos en Cristo para que su cuerpo sea más fuerte, para ampliar el alcance del evangelio en nuestras comunidades para ganar los corazones de los jóvenes para Cristo por el poder del Espíritu Santo. Hagamos retroceder al enemigo de nuestros barrios, de nuestras ciudades, de nuestros países.
Podemos hacerlo, ha sido hecho antes y lo podemos hacer de nuevo, no por nuestra propia fuerza, sino por el poder de Dios en nosotros.
Cada alma rescatada de las garras de Satanás es una victoria para Cristo.
Únase a esta lucha espiritual, contáctenos y luchemos juntos.
Rev. José A. Luna
Ciervo de Cristo Jesús