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El Que Quiera Ser Mi Discipulo!

El que quiera ser mí discípulo, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame. Este es un mandamiento simple y directo de la boca de Jesús en Mateo 16:24, sin embargo, uno muy ignorado en los círculos cristianos modernos. Negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz, seguir a Jesús. Sin embargo, aunque todo aquel que se hace llamar cristiano proclama ser un seguidor de Jesús, no todos proclaman ser sus discípulos. Y este es el verdadero centro del Cristianismo. Si usted no es un discípulo de Jesús, no estoy seguro de que debería llamarse cristiano; quizás un simpatizante de Jesús, o un admirador de Jesús. Pero ciertamente no cristiano.
Como podemos ver, hay tres partes en este mandamiento. Así que vamos a mirarlos de forma individual, y si Dios lo permite, vamos a ser capaces de extraer de esto un entendimiento más claro sobre el discipulado.

Negarnos a nosotros mismos.

La traducción al español del término griego aparneomai, que es traducido negar, tiene el significado más preciso de “desconocer”, o “dejar de conocer”, o “dejar de pertenecer” o “renunciar”. Y en el contexto dado en el texto, este transmite una sensación de disociación de uno mismo o de los intereses personales y deseos personales, con el fin de servir a un propósito superior; Se convierte en una auto-negación del derecho de buscar el beneficio personal a expensas de los demás, una negación de la auto-absorción y el hedonismo, a favor de una visión del mundo centrada en los demás.
Cuando nos negamos a nosotros mismos vivimos y respiramos y nos movemos con otros en mente, ponemos el interés de los demás antes que el nuestro y mantenemos una gran reserva de ramas de olivo al alcance de nuestras manos, en nuestra auto-negación aprendemos a tener un corazón compasivo y misericordioso, y tratamos de utilizar nuestra capacidades y nuestros recursos para bendecir a otros, aprendemos a vivir por el bienestar físico y espiritual de los demás.
Ahora bien, negarnos a nosotros mismos no significa negar nuestra personalidad o nuestra identidad, no significa retirarnos del mundo, o abrazar el ascetismo, Más bien, es dar la espalda a la idolatría del egocentrismo y auto-valía, es dar la espalda a todo pensamiento o actividad auto-centrista y, a la vez reflejar toda atracción hacia los demás, en lugar de hacia nosotros mismos.
Pablo nos dice en Gálatas 2:20 He sido crucificado con Cristo, y ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí, y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios que amó mí y dio su vida por mí.
Este versículo está indicando que nuestra generosidad viene de la fe en el más humilde maestro del desinterés. Porque Cristo pagó el precio más alto en una entrega desinteresada a la muerte por nosotros. Y esta es una actitud que puede ser aprendida, una reconversión de nuestro sistema de creencias para responder a las necesidades de los demás en lugar de las nuestras.
Ser crucificado con Cristo implica que nuestro viejo hombre ha fallecido con nuestra entrega a Cristo, con nuestra nueva vida resucitada con Él, y por lo tanto no tiene que retener los impulsos de nuestra antigua vida, ya que son remanentes de los viejos hábitos, los cuales pueden ser limpiados de nuestro sistema a medida que caminamos con Cristo.

Tomar nuestra cruz

La crucifixión era un estilo popular de ejecución utilizado por los romanos en los tiempos de Jesús, era tan cruel y dolorosa que era prohibido utilizarla contra sus propios ciudadanos. El sujeto, sería atado o clavado en una cruz de madera, manos y pies, y su propósito era causar una muerte lenta y dolorosa, ya que esta posición mantenía los pulmones de la persona crucificada comprimidos, lo que limitaba su capacidad para respirar. En esta posición, la víctima tenía que levantarse a sí misma para poder respirar, desgarrando así las heridas en las manos y los pies. Con el tiempo, ya sea los pulmones colapsarían o la persona no tenía la energía para levantarse a sí misma por mucho tiempo, por lo que moría de asfixia. Normalmente la persona sería azotada violentamente antes de la crucifixión lo que le causaba gran pérdida de sangre, exacerbando así la crucifixión y, a menudo acelerando la muerte. En muchos casos las piernas serían destrozadas con una barra de hierro para acelerar aún más el proceso de la muerte
Cuando una persona era condenada a ser crucificada, tenía que llevar la cruz hasta el lugar de la ejecución. Esta práctica estaba destinada a humillar a los condenados, y como una forma adicional de castigo, y para drenar la energía y la vitalidad de la víctima.
La implicación cultural de Llevar la cruz, era como un anuncio de la culpabilidad de los condenados, y de la justicia que se aplicaba a su culpabilidad. También servía como un elemento de disuasión a los demás.
Cuando Jesús nos llama a tomar nuestra cruz Él nos está diciendo que crucifiquemos nuestra vieja manera de vivir, de morir a las demandas del mundo y a nuestras ambiciones egoístas. En Lucas 9:23 este mismo versículo está escrito “lleve su cruz cada día”. Lo cual Significa mantener diariamente, la renovación de nuestra mente, reconociendo nuestra nueva condición de nacimiento, y negándonos a sucumbir a los viejos patrones de vida.
Pablo nos dice en Gálatas 5:24, ahora los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos, y en Colosenses 3: 1,5 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros. . . .. .
En 1 Corintios 15:31 Pablo nos dice "cada día muero" lo que implica que todos los días el recordaba el sacrificio de la cruz, y lo que este implicaba para su nueva vida. Y él nos está diciendo que vivamos de esta manera, porque somos una nueva creación, porque la vieja vida está muerta, y todas las cosas se han hecho nuevas. 2 Corintios 5:17.
Así que finalmente, llevar la cruz, implica llevar el estandarte de nuestra nueva vida en Cristo en exhibición para que todos la vean, y no tener miedo de gritar en voz alta que Jesucristo es Señor, y echar a un lado por completo nuestros patrones pasados ​​de la vida, vivir por Cristo y para Cristo. Blandiendo nuestro amor y generosidad y la bondad y el perdón, la compasión y el sobreabundante gozo de vivir en Cristo, y estar dispuestos a perder la vida por Él, sin importar lo que otros piensen, mas estar siempre activos y expresivos, en demostración de nuestra pasión por Cristo.

Seguir a Jesús

Después de haber leído las palabras anteriores, tomaría poco esfuerzo explicar el significado de seguir a Jesús. Sin embargo, es necesario que escribamos algunos detalles sobre este aspecto.
Cuando Jesús caminó a través de los valles y montes de Israel. De Nazaret a Cafarnaúm, de la Decápolis a Jerusalén. Miles de personas lo siguieron por todas partes. Sin embargo, la mayoría de las personas en estas multitudes le seguían por curiosidad o intereses personales.
La Biblia nos dice que: Una gran multitud lo seguía, porque veían las señales que estaba realizando en los que estaban enfermos. (Juan 6: 2), y grandes multitudes lo siguieron, y los sanó allí. (Mateo 19: 2) Jesús se retiró al mar con sus discípulos; y una gran multitud de Galilea lo siguieron; y también de Judea. (Marcos 3: 7)
Sin embargo, Jesucristo nos llama a considerar el costo de ser su discípulo. Lucas 14: 25-33
Hay docenas de versículos en la Biblia acerca de seguir a Jesús, sin embargo, sólo 12 hombres fueron elegidos como sus discípulos. Y cada uno de ellos fue seleccionado en consulta con Dios. Lucas 6: 12-16 nos dice que después de orar toda la noche Jesús bajó de la montaña en la mañana y escogió 12 discípulos.
En Juan 15:16 Jesús dijo a sus discípulos, ustedes no me eligieron a mí, sino que yo os  elegí a ustedes, y los he nombrado para que podáis ir y ser fructíferos. Efesios 1: 4, Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia. Romanos 8:29, Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo
La Biblia es abundante en evidencias de que no somos nosotros los que elegimos a Cristo, sino que Él nos elige para justicia y santidad. Él Le dijo a Pedro y Andrés "síganme" Lucas 5:10, Él le dijo a Juan y a Santiago, "síganme" Mateo 4:21, y de inmediato dejaron su barco y le siguieron, Él le dijo a Felipe: "Sígueme" Juan 1:43 , también Él le dijo a Mateo: "Sígueme" Mateo 9: 9.
Cuando Jesús nos llama, Él nos toca el corazón, con la luz de la salvación, el Espíritu Santo nos convence de pecado para el arrepentimiento y nuestra justificación se hace realidad, somos instantáneamente transformados en una nueva creación. Y no podemos hacer más que  seguirle. Este es un evento sobrenatural el cual remueve las escamas de nuestros ojos, y rompe nuestro corazón de carne y lo reemplaza con un corazón que puede sentir y recibir el poder del espíritu en nosotros, y que nos da nuevos deseos y nuevas razones para vivir.
Cada cristiano nacido de nuevo en esta tierra, ha sido llamado, y elegido de manera particular, por Jesús, quien nos dice: "sígueme" trayendo al instante una nueva visión y nuevos deseos a nuestras vidas. La gracia de Dios, la misma gracia que purifico a Abraham a Moisés y a David, nos purifica a nosotros, no porque hayamos hecho nada para merecerlo, sino porque así le complació a Dios,
La Biblia dice en Romanos 4: 4-5, Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le acredita como un regalo, sino como una obligación. Sin embargo, para el que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Pero a causa de su gran amor por nosotros, Dios, que es rico en misericordia, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en el pecado – Porque por gracia que hemos sido salvos mediante la fe; y esto no es de nosotros mismos, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2: 4-5, 8-9
Por lo tanto, después de haber visto la evidencia, no debemos más preguntarnos cuál es el significado de este versículo en Mateo 16:24, pues al leer estas notas no nos queda otro recurso, pero inclinar nuestras cabezas y doblar nuestras rodillas y clamar a Dios por su salvación, y alabarle por Su gran misericordia, y renunciar a todo comportamiento pasado y presente que contradice su Palabra, y comenzar de nuevo, una vida de peregrinación y de pasión y santificación, la vida de un verdadero redimido de Dios a través del sacrificio de la sangre de Jesucristo, y podremos descubrir la verdadera alegría de vivir una vida santa.
Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23)
José A. Luna

Un siervo de Cristo Jesús
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