Mientras medito sobre la vida de Jesús, no puedo dejar de pensar en sus discípulos, quienes caminaban y hablaban y dormían y comían con Él, literalmente vivían con Él, y compartían cada momento, cada respiración, cada pensamiento con Él. Imagínense la bendición de ser parte de ese grupo de personas, de tener al Señor Jesucristo al alcance de su mano, de poder hacerle cualquier pregunta, mirándole a Él y ver su expresión, de oírle respirar, y poder envolverle en una conversación tras otra, empaparse en su sabiduría, y en su visión.
¡Qué gloriosa bendición!
Los discípulos tuvieron esta bendición por unos tres años, y sin embargo ninguno de ellos la entendió hasta que el Señor resucitó. Ellos experimentaron sus experiencias, vieron sus milagros, escucharon sus revelaciones, incluso lo reconocieron como el Mesías, el Hijo del Dios viviente, y sin embargo nunca captaron el significado, la importancia de su presencia en sus vidas hasta que Él se había ido.
Y yo no creo que ninguno de nosotros hubiera reaccionado diferente, no creo que ninguno de nosotros lo hubiese tampoco entendido..
Y es que a los ojos de todos, Jesús fue sólo un hombre, otro hombre caminando por las aldeas de Israel, o las calles de Jerusalén. Y de hecho, su falta de pretensiones, su falta de glamour, de orgullo, de arrogancia, lo hizo poco atractivo, poco interesante para el status quo, y si las grandes masas le siguieron, no fue a causa de su prosa o su encanto personal, sino porque Él tenía algo que dar, algo que todos querían. Algunos le seguían por curiosidad, otros porque necesitaban sus poderes curativos, sólo unos pocos lo siguieron, porque vieron el brillo, la autoridad dada por Dios, la esperanza de gloria
Juan dice en 1 John1: 1 Les anunciamos que el que existió desde el principio, que hemos visto y oído. Lo vimos con nuestros propios ojos y lo tocamos con nuestras propias manos. Él es el Verbo de la vida.
Y hoy nos damos cuenta de la trascendencia de estas palabras, las profundas implicaciones de tal afirmación. Porque hemos descubierto a un Jesús que va más allá de todas las normas de la sabiduría, de toda la comprensión de la majestad.
El mundo lo recibió como un gran profeta, y aún hoy esa es una opinión comúnmente aceptada en los círculos religiosos,
Sin embargo, a medida que estudiamos la Biblia, confrontamos la visión de un Jesús que no puede existir en la mente y el corazón de aquellos que no han sido tocados por Dios, un Jesús que no se puede entender a menos que una persona ha recibido la unción que viene con la salvación.
Hoy en día muchos continúan debatiendo, filosofando, investigando y teorizando acerca de Jesús, sin embargo, su propia sabiduría se convierte en una trampa para su entendimiento, en un obstáculo para su discernimiento.
Porque el mensaje de la cruz es locura a los que se pierden, pero para los que se salvan, esto es el poder de Dios. Porque está escrito: "Destruiré la sabiduría de los sabios, la inteligencia de los entendidos frustrare." (1 Corintios 1:18-19)
Jesús dijo a Tomás cuando lo confrontó después de la resurrección "Porque me has visto, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron."
Thomas, al igual que los otros diez discípulos sabía todo lo que había que saber sobre el Jesús humano, pues habían vivido juntos como una familia hasta el día de su muerte, y sin embargo, fue necesario volver a verlo en persona para creer que había resucitado.
Hoy, nosotros seguimos a un Jesús, a quien conocemos, quien nos ha dado suficientes razones experienciales no sólo para creer en Él, sino para adorarlo, para exaltar su nombre, y para estar dispuestos a vivir una vida de sacrificio, y de entrega incondicional a Él, y a sus enseñanzas.
Y debido a que la experiencia es personal, porque esta relación es entre nosotros y Él, uno a uno, porque Él nos ha hablado, porque Él ha sido fiel a sus promesas, y sigue estando con nosotros en todo momento, en todas las circunstancias, podemos proclamar al mundo la palabra de vida, el que era desde el principio. No lo hemos visto físicamente, pero lo hemos oído, y visto espiritualmente. Y aunque no lo hemos tocado, a diferencia de Thomas, podemos dar testimonio de su nombre, y les anunciamos que El es la Palabra viva, el Hijo del Dios viviente.
No religión del mundo te puede dar esta experiencia, sólo un compromiso con Cristo Jesús y una verdadera relación con él puede, y si eres lo suficientemente audaz para atreverte a querer escuchar la voz de Dios, y convertirte en uno de sus discípulos, Él le hará honor a tu valentía, y te hará partícipe de esta experiencia sobrenatural, y te traerá a una vida de verdad. La verdad que sólo puede ser dada por la palabra de vida, por Jesucristo, nuestro Señor.
Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús