Cuando yo vivía en el mundo yo no podía concebir una vida de pecado, y aun así no podía vivir sin pecar. Para mi pecar era hacer lo correcto, y no estoy hablando de la violencia o del flagrante delito. Sino de las aparentes pequeñeces que todos pasamos por desapercibido.
Para mi decirle que no a una oportunidad de acostarme con una mujer atractiva era algo incoherente, inconcebible, pasar la oportunidad de comprar algo a “buen precio”, sin importar de donde había venido era una idiotez, la mentira era algo natural y de lo cual yo me jactaba, pues sabia “negociar” la solución a todas las situaciones a través de mi habilidad para “acomodar las cosas”, yo vivía dentro de la ley, no porque las leyes eran buenas sino porque no me interesaba verme envuelto en problemas legales, pero inconcientemente en todo momento estaba dispuesto, y buscando la oportunidad de extender los limites de la ley y aprovechar las zonas grises.
Para mi, tomar alcohol era algo natural y apropiado, y si no manejaba borracho, no era por no estar en condiciones de manejar sino porque podría ser atrapado.
Y así iban las cosas en mi vida, y así van las cosas en la vida de todo aquel que no conoce a Jesús.
Y muchos dirán que ahora me visto de santo y me creo con derecho de juzgar a todo el mundo. Ese no es el caso. El caso es que parte de mi trabajo a través de mi vida mundana era conocer a las personas, y ese don se desarrolló a tal punto, que yo aprendí a discernir al hombre aun antes de que abriera su boca.
Y se con certeza que todo aquel que vive en el mundo actúa de igual manera que yo lo hacia; no necesariamente con tanta premeditación, pero ciertamente con intención. Y la razón por esto es que no podemos evitarlo, esa es la naturaleza del hombre. Y las leyes siempre han sido solo una medida de lo que al hombre le esta permitido hacer, pero dentro de ese limite siempre estamos buscando la manera de obedecer solo lo que hay que obedecer y nada mas, y cuando sabemos que podemos hacer algo y no ser atrapados la tentación es enorme, y muy pocos pasan la oportunidad de no hacerlo.
Este es uno de los problemas de la infidelidad por ejemplo. Las estadísticas muestran que la infidelidad en ambos sexos va en incremente acelerado, y hoy tanto la mujer como el hombre están expuestos y dispuestos a ser infieles en alguna etapa de sus vidas matrimoniales. Igualmente sucede con los impuestos, todos buscamos la manera de pagar lo mínimo, y cuando llega la hora de pagar buscamos la manera de encontrar todas las oportunidades posibles de reducir nuestros pagos. Igualmente podría yo hablar de las leyes del transito. Y las constantes violaciones. En esto no tengo que abundar pues todos sabemos que de algún modo, en algún momento hemos sido culpables.
Estoy convencido que muchos leerán esta nota y dirán, yo no hago eso, y quizás sea cierto que tu no hagas eso, pero si haces lo otro. Y si tu no conoces a Jesús, lo otro es algo que para ti no existe o no lo puedes ver, o quizás si lo ves pero prefieres ignorarlo, o decir, que no es gran cosa, o que todo el mundo lo hace, pero al final, si la conciencia no nos acusa no hay de que preocuparse, correcto? El problema es que la consciencia es solo una alarma, un mecanismo de defensa, y se puede apagar, y si la primera ves que hacemos algo y nos avisa no le hacemos caso, la próxima vez la consciencia asume que lo que hicimos no es malo y ya no nos avisa más.
La vida en Cristo te da herramientas de defensa contra el pecado y alarmas que no se pueden apagar. Y ciertamente tú puedes no utilizar esas herramientas de defensa o podrías ignorar la alarma por un tiempo, pero hay algo más que existe en la vida de un hijo de Dios y que no existe en aquellos que no lo son; la disciplina.
Si tu eres un verdadero hijo de Dios y le desobedeces, como todo buen padre el te va a disciplinar. Y aquellos que dicen ser cristianos y viven una vida de pecado y no son disciplinados por Dios es porque realmente no son Cristianos. Es así de sencillo.
La Biblia nos enseña que el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. (Hebreos 12:6) Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos, (v. 8)
Yo ya no necesito preocuparme por las leyes, pues mi amor a Dios y mis constantes deseos de agradarle son más grandes que todas las leyes, y no existe ninguna ley que yo no respetaría, porque todas las leyes del hombre están sujetas a la ley de Dios. Y de la misma manera que Dios nos dio sus mandamientos no para que los obedeciéramos, sino para que pudiéramos ver nuestros pecados a la luz de la ley (Romanos 5:20) de esa misma manera a través de Cristo Jesús el nos libero del Pecado y de la muerte (Romanos 6:22)
Porque la paga del pecado es la muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor. (v. 23)
Yo no soy ningún santo. Estoy lleno de defectos como todo ser viviente, pero ahora yo tengo un poder dentro de mi que es mas poderoso que todos mis defectos, y cada día el me aleja mas de las cosas que una ves me hicieron esclavo del pecado.
El Espíritu de Dios, el cual vive en mi, no es exclusivo de mi propiedad. Es un regalo de Dios para todo aquel que quiera recibirlo.
Tu solo tienes que tener en tu corazón el deseo de sanar, de ser transformado, y la sangre de Cristo Jesús lavara tu alma y tu espíritu, y podrás tener un encuentro extraordinario con la fragante luz de la libertad que es en Cristo Jesús
Y conocerás la verdad, y la verdad te hará libre (Juan 8:32
Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús