estaba Yo conduciendo a mi oficina en una de las calles de Toronto hace unos años, y cuando estaba a punto de doblar en una esquina, mi teléfono celular comenzó a timbrar. En aquellos días no era ilegal hablar por teléfono mientras conducíamos, pero si era ilegal conducir con el cinturón de seguridad desabrochado. Debido a que mi celular estaba en el bolsillo de mi pantalón, donde usualmente lo llevo, tuve que deshacer el cinturón de seguridad para poder alcanzarlo, como estaba distraído mientras trataba de girar en la esquina, y al mismo tiempo contestar la llamada, no vi al oficial de la policía que estaba parado en la calle hacia la cual giraba. El policía me señaló de inmediato que me detenga y yo sabía que había sido capturado en el acto.
Cortésmente el oficial de policía vino a mi ventana y me pidió mi licencia de conducir y el registro del vehiculo mientras con la vista escudriñaba en el interior del coche. Cuando le pasé mi identificación él me preguntó si sabía por qué me había detenido, le contesté que mi cinturón de seguridad no estaba abrochado. Cuando estaba a punto de iniciar una explicación defensiva, él me miró y dijo, '¿no eres tú el amigo del oficial Thomas?’-Le dije que sí. De cierto, el Oficial Thomas es un agente de la policía a quien había conocido en mi oficina hace un tiempo, nos hicimos amigos y con frecuencia se detenía a tomar un café y charlar conmigo.
El oficial me miró otra vez, y luego me devolvió los documentos. ‘Te voy a dejar ir en esta ocasión-dijo-, pero no dejes que te atrape otra vez ', entonces se dio la vuelta y se alejó.
Sin vacilar un momento, me abroché el cinturón de seguridad y me alejé de allí rápidamente, sin embargo, este escenario nos pide plantear la pregunta.
¿Me merecía yo esta oportunidad? Antes de que me des tu respuesta he de decir que me salvé de esta infracción no porque yo conocía al oficial Thomas, sino porque el oficial Thomas me conocía a mí, por medio de él este agente de policía tenia referencia de mi persona. Esto aconteció hace poco más de Diez años.
Pero dejemos a un lado estos pensamientos por un momento y vamos a ampliar en la situación específica.
Vamos a suponer por un instante que yo era un completo desconocido a este agente de la policía y que yo traía un amigo sentado en el asiento del pasajero del coche.
Esto es sólo un escenario, pero síguelo conmigo por un minuto.
Digamos que mi amigo le dijo al oficial que había sido su culpa y pidió que le diera a él el billete de la infracción en vez de a mí. Estoy seguro de que el oficial no lo habría permitido, pero si lo hiciera, sería eso justo a mi amigo? El se habría ofrecido voluntariamente a quitar la culpa de mi espalda y ponerla en la de él, de modo que mientras yo, que era culpable caminaba libre, mi amigo terminaría pagando por mi culpa. O yo podría negarme a recibir el favor de mi amigo y pagar personalmente por mi error.
Tres versículos de la Biblia vienen a la mente en estos dos escenarios. El primero de ellos es Juan 10:14 "Yo soy el buen Pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen" el segundo es Isaías 53:5, "Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. "y el tercero es Juan 14:21," El que me ama será amado por mi padre, y yo le amaré y me manifestaré a él . "
Pero vayamos un poco mas lejos y hablemos de la ley por un momento.
En este caso particular, yo había violado la ley y merecía ser castigado. Porque yo sabía que había una ley en contra de conducir sin el cinturón de seguridad, y aun así me permití hacerlo.
De esta misma manera, existe una ley la cual fue establecida por Dios y dada a Moisés en el Monte Sinaí para el pueblo de Israel. (Éxodo 24, 34) Y esta ley se estableció como parte del pacto que Dios había hecho con Moisés, y su propósito era mantener al pueblo de Israel enfocado en Dios y aislado del mundo pagano el cual estaban a punto de enfrentar.
Ahora, esta ley no nos fue dada a nosotros para obedecerla al pie de la letra, sino para hacernos conscientes de nuestras debilidades (Romanos 7:7) es mas bien una vara de medir con la cual nos damos cuenta de lo corruptos que somos y lo imposible que es para nosotros llegar a la altura a las normas de Dios.
Sin embargo, el Señor Jesucristo nos dice en Mateo 5:17 que Él no vino a abrogar la ley sino a cumplirla. Y si entendemos el significado de la palabra cumplimiento, entonces podemos concluir que la ley ha sido completada por Él, que ya no está activa, porque cuando algo se cumple queda concluido, y ya no es necesario continuarlo.
Pero la ley ya no es necesaria solo para aquellos que aman a Jesús, porque el precio de nuestra culpa no se puede pagar a través de la ley, ya que por nuestro propio esfuerzo no podríamos satisfacer los requisitos de la ley, y el sacrificio de un cordero sin mancha una vez al año nunca fue una solución permanente.
Y de este modo, los profetas del Antiguo Testamento anunciaron el nacimiento de un nuevo pacto, uno que seria puesto en marcha en la plenitud de los tiempos (Jeremías 31:31-34) (Hebreos 10:16-18) (Gálatas 4:4-5)
De aquí en adelante un nuevo pacto entraría en ejecución para reemplazar el antiguo pacto, un pacto que no fuese temporal sino permanente.
Y el Señor Jesucristo, a través de su sacrificio en la cruz, había cumplido finalmente el antiguo pacto, y todos los requisitos de la ley, de modo que este quedo anulado, ya no es válido. Porque Jesús dijo "Consumado es" e inclinando la cabeza entregó el espíritu (Juan 19:30)
Y al tercer día resucitó, conforme a las Escrituras (1 Corintios 15:4)
Y con su resurrección Jesús marcó el inicio de un nuevo pacto. A partir de ahora ya no estamos bajo la penalidad de la ley, y si confesamos con nuestra boca que Jesucristo es el Señor, y creemos en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos, somos salvos (Romanos 10:9), ya que es por gracia que somos salvos por la fe en Cristo Jesús.
¿De modo que ahora que ha sido activado el nuevo pacto ya no tenemos que obedecer la ley? ¿Correcto? ¡Incorrecto! Porque la ley está escrita en nuestros corazones y en nuestras mentes de acuerdo a las escrituras y ya no tenemos excusa, lo cual significa que aquellos que optan por rechazar la gracia que nos brinda el nuevo pacto, estos continúan rigiéndose por la fuerza de la ley
Porque Jesús dijo: Yo soy el camino la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí (Juan 14:6) y porque Él es el cumplimiento de la ley, y en el han sido pagas todas nuestras culpas, sólo a través de él podemos adquirir el derecho a venir al padre absolutamente limpios.
Al rechazar a Jesús, estamos tomando la ley en nuestras propias manos, al rechazar la oferta de este gran amigo, quien le está diciendo al todopoderoso que Él ya pagó por nuestros pecados, estamos diciéndole al juez que no necesitamos abogado, y que estamos preparados para recibir el castigo que merecemos por nuestras culpas. Pues la justicia de Dios tiene que ser satisfecha, y si nos negamos a recibir la oferta de Jesús para que Él la satisfaga por nosotros, entonces seguimos siendo culpables.
El oficial estaba dispuesto a hacerme pagar por mi infracción, pero porque el era amigo de mi amigo el me concedió un favor inmerecido.
Si Jesús te conoce, esto significa que el padre te conoce a través de Jesús, y aunque no te merezcas el perdón, Él te exonera de toda culpa, porque Jesús ya pagó un precio muy alto por ti. Sin embargo, si Jesús no te conoce, porque has optado por no conocerle personalmente, entonces continúas siendo un extraño a la familia de Dios, y su reclamo de Justicia te condena.
Si crees que lo conoces, pregúntate si Él realmente te conoce a ti, pregúntate si Él daría una buena referencia de tu nombre, pero no lo preguntes con tu mente, pregúntalo con el corazón.
Que el Señor recuerda siempre tu nombre!
José Antonio Luna
Siervo de Cristo Jesús